CONCLUSIONES
1) Presencia de lenguas amerindias en la Toponimia del Limarí.
Respecto a la densidad total de los topónimos del valle de Limarí, el 40.43% del corpus lo constituye el léxico amerindio (incluyendo los vocablos desconocidos, pero que no son de etimología hispana). Es decir, 873 voces de las 2.562 que integran la toponomástica del Limarí. Como porcentaje, es el valle transversal que registra más palabras indígenas en relación con las españolas; supera a los valles de Elqui, Choapa, Huasco y Copiapó (que con el Limarí constituyen la región diaguita).
En cuanto a la aportación relativa de las lenguas amerindias, la mayor contribución corresponde a la lengua mapuche, con un 42.27% de voces. A su vez, los vocablos quechuas cubren un espectro de un 34.82%. Sumadas ambas lenguas mayoritarias arrojan un guarismo de un 77.09% de léxico quechua y mapuche; en consecuencia, las tres cuartas partes de los topónimos amerindios del Valle son vocablos o quechuas o mapuches.
Los topónimos de origen diaguita, aimara, taino, guaraní y nahua apenas llegan en su conjunto a un 1.83%, porcentaje bajísimo y notablemente inferior a los vocablos que hemos denominado desconocidos, que, aunque indígenas a todas luces, son imprecisables respecto a su étimos aborígenes. Resulta sorprendente la virtual ausencia de nombres diaguitas, sobre todo en un valle que también ha sido considerado por los historiadores y antropológos como el hábitat de los diaguitas chilenos durante casi cinco siglos, hasta la llegada de los españoles.
Los topónimos mapuches son, aparentemente, de origen tardío y posterior a la permanencia de los incas. Durante la guerra de Arauco hubo traslados masivos de indios desde la zona en litigio hasta Coquimbo, como una manera de paliar en parte la falta de mano de obra en las encomiendas, tanto en las faenas mineras como en el laboreo agrícola y ganadero. No obstante, la escasez de voces diaguitas en la toponimia del Limarí (y del Norte Chico, en general) aunado a la presencia de un crecido número de vocablos mapudungos, debe llevar a los antropólogos e historiadores a considerar la posibilidad de una estancia mapuche en la Cuarta Región, e incluso hasta Copiapó, por lo menos durante la época del dominio incaico en la zona, si no antes. Nada de raro sería que se hubiese producido una especie de amalgama racial entre mapuches y diaguitas, con un paulatino predominio de los primeros, que llevaría, incluso, al desaparecimiento de la lengua diaguita.
El alto porcentaje de topónimos quechuas tiene su explicación histórica en la modalidad administrativa de los incas de denominar con su lengua los lugares conquistados, y de utilizar su idioma como lengua general. Se establecieron en los valles transversales en 1471 y permanecieron hasta 1536.
2) Sobre la relación nombre-lugar.
Respecto de la relación nombre-lugar, se refleja una preferencia por bautizar los lugares con nombres de plantas y árboles (fitotopónimos). Este macrodominio semántico está representado casi por la mitad del volumen global de topónimos (48.11%). Del resto, vale la pena mencionar el 12.60% de morfotopónimos, es decir, de aquellos vocablos que expresan alguna particularidad morfológica o aspectual del terreno. Los nombres de animales (zootopónimos) empleados como designaciones toponomásticas alcanzan el 10.65% del corpus. Las designaciones alusivas a productos o actividades derivadas de la acción humana en la naturaleza y en las cosas (culturotopónimos) representan el 12.03% de los términos en cuestión.
3) Sobre el tipo de accidente geográfico o lugar denominado.
Curiosamente, el número de topónimos que designan lugares no poblados (tales como quebradas, montes y ríos) es significativamente mayor que el número de voces para lugares de poblamiento humano. Sólo entre nombres de quebradas y cerros (incluyendo montañas, cordilleras y lomas) se tiene un 47.08% (21.31% para las denominaciones de quebradas, 25.77% para los nombres de cerros y similares). Al porcentaje de 31.27% alcanzan los topónimos de sectores poblados por el hombre, como ciudades, pueblos, villorios y caseríos, mientras que una cantidad baja (4.24%) muestran los hidrotopónimos (nombres de ríos, aguadas, vertientes, tranques, mares, afluentes). A su vez, los nombres de minas constituyen un 2.06%, siendo mayor el correspondiente a los nombres de sectores agrícolas con un 9.16%.